Las farmacias están en búsqueda permanente de nuevas vías para mejorar la rentabilidad de los negocios. En este camino han ido apareciendo máquinas expendedoras donde se dispensan productos de parafarmacia. Aunque estas máquinas siempre tienen como propietario a un boticario, sin embargo, no siempre se sitúan anexas a un establecimiento farmacéutico. De hecho, pueden encontrarse en estaciones de tren o autobús, —en Madrid, por ejemplo, en las estaciones de Atocha, o Príncipe Pío—, así como en universidades y centros comerciales.
Una de las empresas que se dedica a instalar este tipo de máquinas dispensadoras es Olevending. Según su director comercial, Carlos García, disponen de unas 250 máquinas repartidas por todo el territorio español. Puesto que no pueden vender medicamentos, las máquinas ofrecen productos sanitarios que sirven para resolver pequeños problemas de salud, aunque el protagonismo es para aquellos destinados a las relaciones sexuales. Así lo destaca el responsable comercial, quien reconoce que entre los productos más vendidos destacan sobre todo, “los relacionados con el tema sexual, como preservativos o lubricantes”. Por ello, el perfil del consumidor es el de personas jóvenes o bien turistas, aunque también puede resultar útil en pueblos donde las farmacias sólo abren determinadas horas.
Muchas de las denominadas máquinas de vending se sitúan en zonas transitadas, como la Farmacia Rialto, en medio de la céntrica Gran Vía de Madrid. Como indica su titular, Jesús Fernández, la venta por este canal —con unas 12 adquisiciones diarias—, tiene bastante éxito. Además, destaca que “aunque la farmacia esté abierta, hay clientes que prefieren comprar en la máquina, porque así evitan la vergüenza de pedir, por ejemplo, preservativos en el mostrador”.
De este modo, este canal de venta supone una opción más para rentabilizar los productos de la farmacia, “es una forma de seguir vendiendo cuando se cierran las puertas de la botica, porque la publicidad está muy mal pagada” apunta Fernández. De este modo, supone un servicio más que ofrece la farmacia y que es conocido por los hoteles que remiten a sus clientes para que compren.
En estas máquinas expendedoras comparten estante refrescos, cargadores de móvil, preservativos, tiritas, caramelos para la garganta y pastillas contra los gases. Esto es uno de los argumentos que va en contra de esta forma de dispensación porque “banaliza” el consejo farmacéutico. Así lo consideran algunos de los futuros boticarios, como el presidente de Rebotica, asociación de estudiantes de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.
En esta misma línea se han manifestado organizaciones como la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (Sefac), que han puesto de manifiesto los riesgos de que se extiendan este tipo de máquinas. Así, argumentan que la implantación de estos puntos de dispensación, favorece que se pierda la esencia del boticario: la atención farmacéutica. Ya que los productos de parafarmacia, también requieren de un correcto consejo del boticario. Aunque para las que lo utilizan, no generan dudas.
Aunque los clientes consultados no suelen utilizar la máquina expendedora, opinan que para productos de parafarmacia “resulta muy cómodo en caso de que tengas una urgencia y la farmacia esté cerrada, te evita recorrer grandes distancias para buscar la de guardia”, afirma una usuaria de la farmacia Rialto. Esto no quiere decir que se pueda prescindir de farmacéutico, “su consejo es insustituible” apunta otro cliente.
Este nuevo canal supone una gran ventaja para la farmacia, no tiene horario de cierre ni gastos adicionales asociados. Y el titular de la farmacia Rialto recuerda que “la calidad de los productos es exactamente la misma que los que se venden en el interior”.